Katherine Díaz Umaño
Asistente de Párvulos
Lucy era una joven encantadora, bonita, de piel clara,
tenía unos ojos que brillaban alegres como oruga convertida en mariposa. Lucy era
soñadora. Uno de sus sueños era encontrar el amor.
Un día conoció a un joven moreno muy apuesto que le
llamó la atención y él se fijó en ella. Al principio todo era bonito, con los
días él se mostró tal como era, le decía que era fea, que estaba gorda, que era
tonta, que era afortunada por haberse fijado en ella.
Caminando por el parque lo vio besar a otra, corrió
llorando y se cayó, un joven le preguntó qué le ocurría. No pudo decir nada. Él
le pasó un pañuelo y secó sus lágrimas, la fue a dejar a su casa, en el camino
le dio a entender que la vida era una sola, que era demasiado joven para entregársela a un
hombre que no valía la pena. Ella le preguntó el nombre, David, respondió el
joven y agregó, vivo en la casa al frente de la plaza.
David era hermoso, tenía un brillo especial.
Al día siguiente rompió con su pololo. Su orgullo de
mujer fue más fuerte que las súplicas de perdón que él prorrumpía. Después fue
a la casa de David y la madre le dijo que su hijo ya no estaba en este mundo,
que había conocido a una chica que lo
dejó y humilló demasiado y, él enamorado se había quitado la vida.
Lucy comprendió que un ángel la había salvado y
prometió nunca más dejarse pasar a
llevar.
Volvió a ser la niña feliz que era antes.
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